Dos días después de la marcha en Toulouse, los agricultores de Occitania se encontraban el viernes por la mañana en Carbonne, al suroeste de la ciudad rosa. Alrededor de 250 agricultores seguían cortando la autopista A64 en ambas direcciones. El jueves por la tarde, habían erigido muros de fardos de heno rectangulares a lo largo de la carretera. Un dispositivo intransitable para los vehículos que obligó a la prefectura a establecer desvíos al nivel de las rampas 26 y 27, donde se formaron enormes atascos. Según los servicios estatales que siguen de cerca la situación, especialmente desde el aire con drones, “los bloqueos continúan este viernes por la mañana en la A64 en ambos sentidos entre los cruces 26 y 27”, indican en X, al tiempo que recomiendan “evitar la zona durante las horas punta”.
Los agricultores están decididos a continuar el bloqueo porque su descontento es fuerte, como los movimientos de protesta que han florecido en toda Europa en las últimas semanas y meses (Alemania, Polonia, Rumania, Países Bajos). Es muy raro que las autoridades públicas permitan que los tractores entren en las carreteras y, sobre todo, les permitan permanecer en ellas. Pero ante la consternación de los campesinos, no tuvieron otra opción. “Le dije a la inteligencia territorial: “Por muy decidido que esté, sólo una bala en la cabeza me impedirá entrar en la autopista con un tractor”, proclamó el jueves Jérôme Bayle, el agricultor responsable del bloqueo de la autopista A64, ante el micrófono de un sistema de sonido frente a una audiencia de activistas del FNSEA.
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“Sólo pedimos respeto y consideración por parte del Estado”, añadió más tarde esa misma noche, en el frente del bloqueo, ante el micrófono de CNews. Podemos producir en Francia y buscamos en el extranjero productos que utilicen pesticidas prohibidos en nuestro país. No somos envenenadores, luchamos por una agricultura limpia. La agricultura francesa es la más sana del mundo”, añade este ganadero de carne de Montesquieu-Volvestre, cuyo padre, también agricultor, acabó con su vida.
Desde septiembre, la ira se está gestando en el campo francés. Más concretamente en los alrededores de Toulouse (Alto Garona) o en el Tarn, donde empezó el movimiento de señales de entrada a las ciudades invertidas que se extendió luego por toda Francia. Los motivos del descontento son numerosos: la gestión del agua y la reducción de las cuotas de riego, el aumento del precio del gasóleo, las normas medioambientales demasiado restrictivas según los operadores y el bajo precio de las materias primas pagadas a los ganaderos, en particular la leche. Pero, sobre todo, los agricultores exigen el reconocimiento de su profesión. “Escucho y estoy muy atento a las expresiones de los agricultores”, responde el ministro de Agricultura, Marc Fesneau, en La Dépêche du Midi, mientras que en los últimos días también se han expresado enojos en Normandía y Mayenne. Entiendo la necesidad de coherencia entre las políticas agrícolas nacionales y de reciprocidad de las normas para evitar colocar a nuestros agricultores en una situación de competencia desleal: es un camino difícil, pero Francia está avanzando.