Es posible que en los próximos meses ya no sea posible disfrutar de un helado en la Piazza del Duomo después de una cena tardía o disfrutar de un trozo de pizza después de un espectáculo en La Scala. El alcalde de Milán, Giuseppe Sala, quiere prohibir la venta de comida para llevar después de medianoche para garantizar la tranquilidad de los residentes, que se quejan cada vez más de la contaminación acústica en torno a las empresas alimentarias. Los bares y restaurantes también deberán cerrar sus espacios al aire libre a partir de las 00:30 horas de lunes a viernes y de la 01:30 horas los fines de semana.
«Buscamos un equilibrio entre la paz y la salud de los residentes y la libre actividad económica de los comerciantes y empresarios», afirmó Marco Granelli, teniente de alcalde de Milán encargado de la seguridad. Si se aprueba, la medida se aplicará del 17 de mayo al 4 de noviembre en 12 distritos de Milán conocidos por su vida nocturna, incluido el centro histórico y zonas populares entre los turistas como Brera y Ticinese. Los vecinos y grupos comerciales todavía tienen unos días para impugnar y proponer cambios a este proyecto destinado a regular la “vida nocturna salvaje”.
“¿Crees que un joven de 25 años volverá a casa a medianoche sólo porque no puede conseguir comida para llevar? ¿Qué pasa con los turistas que quieren comer helado después de medianoche?”, pregunta Marco Barbieri, secretario general de la unidad de Milán de Confcommercio, la asociación de minoristas italianos, citado por The Guardian.
No es la primera vez que se propone esta medida en la capital de la región de Lombardía, la segunda ciudad más poblada de Italia. En 2013, el consejo municipal dirigido entonces por Giuliano Pisapia intentó prohibir la venta de helados para llevar después de medianoche por los mismos motivos. El proyecto fue abandonado ante las manifestaciones encabezadas por el movimiento Occupy Gelato que denunciaba un ataque al modo de vida italiano.
Varios destinos italianos han tomado medidas para limitar los efectos nocivos del exceso de turismo. En Venecia, los visitantes de un día que no se alojen en la laguna deben pagar 5 € para entrar al centro histórico. Por su parte, Florencia ha prohibido nuevos alojamientos turísticos en el centro de la ciudad, mientras que el parque Cinque Terre de la Riviera italiana ha empezado a cobrar 15 euros por el acceso a un sendero costero víctima de la masificación y el incivismo.
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