“No soy un gran conversador. Pero todos los elogios que recibo en Deauville van directos a mi corazón aunque me dejen sin palabras”, se disculpó el director californiano Shane Atkinson el pasado mes de septiembre durante el Festival de Cine Americano. El treintañero, vestido con una sencilla camiseta de veraneante y un sombrero de paja para afrontar la ola de calor de Normandía, parecía abrumado por el entusiasmo que suscitó su primera película, LaRoy. “Me sonrojo ante las referencias tan generosas a los hermanos Coen. Es intimidante. ¡Son tan talentosos! Nadie se acerca a igualarlos. Es como comparar a un músico con los Beatles. Los Coen fueron una gran fuente de inspiración, especialmente su primer largometraje, Blood for Blood: pocos recursos, un puñado de personajes y escenarios. Él era mi modelo a seguir”.
A pesar de sus protestas, su apasionante thriller sobre un cornudo suicida, confundido con un sicario y que decide interpretar un malentendido, obtuvo un raro hat-trick en Deauville: gran premio del jurado, premio del público y premio de la crítica. Todo un regreso: LaRoy salió de un momento de depresión y frustración. “Durante diez años luché por armar otro proyecto de largometraje. Varias veces alcanzamos el objetivo antes de perder la financiación en el último momento. Necesitaba desarrollar algo nuevo, donde pudiera inyectar mi sentido del humor. Sólo para mí”, recuerda este graduado de la Universidad de Columbia en Nueva York.
Si Shane Atkinson había coautor del guión de la comedia de “animadoras” senior Pom Pom Ladies en 2019, con Diane Keaton, esta vez se aventura hacia el género que le fascina desde pequeño: las historias de detectives y de crímenes. Los creadores de los icónicos detectives privados Philip Marlowe y Sam Spade tienen su preferencia: “Crecí cerca de San Francisco en una familia caótica de seis hijos. Devoré los nuevos pulps, las novelas de Raymond Chandler y Dashiell Hammett.
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Una fotografía de un hombre de traje, ataviado con un sombrero de vaquero y una corbata de hilo, inspira el personaje de Skip, el ex compañero de clase convertido en sabueso con el que el héroe Ray forma una alianza. “¡Esta mirada parecía tan improbable e incómoda!”, se pregunta Shane Atkinson. Ray, este perdedor a quien la vida ha degradado continuamente y que, por un giro del destino, se pone la ropa de un asesino y descubre otro nivel de estatura, fue algo natural para él. “A diferencia de Aaron Sorkin, que crea protagonistas inteligentes y competentes, como en The Social Network, crear perdedores agradables y desafortunados es lo que más me interesa. Está más cerca de mí”, confiesa el cineasta.
Un retrato de una amistad divertida, LaRoy también es divertido detrás de la cámara. Con guión en mano (estará poco editado) y animado por su esposa, que es su primera lectora, Shane Atkinson se pone en contacto con el productor Sébastien Aubert. El francés distribuye sus dos cortometrajes, Penny Dreadful, coronado en Clermont-Ferrand en 2013, y The Ambassador, rodado en 2017 en la Costa Azul. Seducido por la “sinceridad de esta comedia”, Sébastien Aubert se compromete sin dudarlo. Rodar en veintidós días es un sprint. Una subvención de 50.000 euros conseguida en el Festival de Wrocław, en Polonia, permitió finalizar la postproducción en el último momento.
Shane Atkinson recrea en Nuevo México un pequeño pueblo imaginario de Texas que se parece a tantos otros del estado: polvoriento, con casas antiguas, moteles y cafeterías destartaladas… Un pueblo donde todo el mundo se reconoce. “No teníamos tiempo para grandes ensayos. Nuestros maravillosos actores entendieron que LaRoy sólo podría funcionar si interpretábamos todas estas situaciones en serio. No se trata de burlarse, de guiñar un ojo a la cámara, ni de insolencias”, subraya Shane Atkinson, que cita el absurdo y la oscuridad de Martin McDonagh (Las banshees de Inisherin). Es esta mezcla de seriedad, humor negro y comedia la que Shane Atkinson infunde en su nuevo proyecto: una película de terror. Conmovido por la acogida dada a LaRoy en Francia, le gustaría poder rodar algún día en Francia.
La Nota de Fígaro: 3/4