Se trata de pequeños objetos de increíble lujo ornamental que cuentan la historia del gran Siglo de las Luces. La de una élite que busca brillar, según los códigos de apariencia de la sociedad del siglo XVIII. ¡Oh, qué sofisticados! Estos accesorios íntimos, trofeos que revelan el rango, guardados en secreto en el bolsillo, reflejan el esplendor de este teatro del mundo. Casanova en Histoire de ma vie habla de ello con la agudeza de Don Juan: “Sentado en un taburete, contemplaba embelesado toda la elegancia de su persona. (…) Visito sus bolsillos: encuentro allí una tabaquera dorada, una caja de dulces enriquecida con finas perlas, un estuche dorado, unos soberbios impertinentes, un pañuelo de batista de la mayor finura, empapado más que perfumado con las esencias más preciosas; Finalmente encontré una pistola: era un encendedor inglés de acero puro y de bellísimo acabado”.

Unas 300 cajas, cajas de rapé, estuches para mensajes, botellas, telescopios o incluso botones, con las formas, materiales y mecanismos más inesperados se presentan ante nuestros ojos, ¡deslumbrados! -, en los escaparates del Museo Cognacq-Jay. En el corazón del Marais, el hotel Donon reúne obras del siglo XVIII adquiridas entre 1900 y 1927 por Ernest Cognacq, fundador de los grandes almacenes La Samaritaine, y su esposa, Marie-Louise Jaÿ. Cuando murió en 1928, legó sus colecciones a la ciudad de París. De allí proceden más de la mitad de las piezas de la exposición. El resto procede, en el caso de Francia, del Louvre, el Museo de Artes Decorativas, el Palacio Galliera y Versalles. Y, para el extranjero, desde Victoria

Tantos superlativos para describir el refinamiento de estos objetos con mensajes “que simbolizan la elegancia y el arte de vivir de un siglo dedicado a la Ilustración y al placer”, explica la curadora Sistine de Saint-Léger. Se les llama «objetos de virtud», para subrayar el virtuosismo y la inventiva del orfebre, utilizando también la técnica del barniz Martin, desarrollada a principios del siglo XVIII en Francia, o del acolchado, que consiste en crear motivos mediante la incrustación de diminutos puntos de oro, plata, perlas o escamas, como en la tabaquera de Nápoles, entre 1730 y 1740 (Louvre).

Estos objetos de bolsillo nacieron del único capricho del trabajador o del particular que los encargaba, para conservarlos u ofrecerlos, por amistad o por amor (“A la más fiel, dondequiera que esté” aparece en la tabaquera de Meissen, en oro, esmalte y porcelana, del V

En el Siglo de las Luces, como en los siguientes, los objetos de bolsillo provocaron una verdadera moda en Francia y luego en toda Europa, de ahí su creatividad constantemente renovada. Fueron recogidos con pasión. El Regente poseía tantos como días tiene el año. Federico II, rey de Prusia, llegó a costar 300 cajas de rapé, la mayoría de las cuales hoy se conservan en el Palacio de Charlottenburg, en Berlín. La marquesa de Pompadour compró innumerables de ellos al comerciante Lazare Duvaux. A principios del siglo XX, Ernest Cognacq reunió 260 ejemplares firmados por los nombres más importantes: Joseph-Étienne Blerzy, Paul-Nicolas Menière y Johann Christian Neuber, cuya caja de piedra dura, de alrededor de 1780, es una auténtica maravilla de la marquetería. Rosalinde y Arthur Gilbert son conocidos por haber montado, en los años 1970, uno de los mayores conjuntos de cajas de oro y cajas de rapé (220), en manos privadas.

La exposición sitúa estos objetos en el contexto de su fabricación, a menudo obra colectiva de orfebres, ornamentales o esmaltadores y de sus usos, ofreciendo así una historia de la evolución del gusto presentada a través de dibujos, retratos pintados y trajes de época (magníficos vestidos del Palacio colecciones Galliera). Las obras de Watteau, Boucher, Greuze y Fragonard también están delicadamente copiadas y transcritas en miniatura. Destaca también una tipología de una variedad insospechada, prueba sorprendente del saber hacer de los orfebres parisinos en la caja en forma de dromedario de oro, esmalte, rubí, espinela o granate de Dresde (mediados del siglo XVIII), cuya caja recuerda a un puerro ( hacia 1750-1765) o una pata, (Alemania, hacia 1740-1760) o el bisel en forma de armadillo en porcelana, oro, rubí y ágata producido por la fábrica de Saint-Cloud, en la misma época (Cognacq -Museo Jay). El desarrollo del saber hacer de estos objetos de bolsillo experimentó un resurgimiento a principios del siglo XX con los joyeros Fabergé y Van Cleef.

“Lujo de bolsillo”, en el Museo Cognacq-Jay (París 3), hasta el 29 de septiembre. www.museecognacqjay.paris.fr