Michel Sardou se ha retirado y Hervé Vilard regresa, aunque nunca se fue. En los últimos años, el cantante de 77 años ha actuado regularmente en el extranjero, especialmente en América del Sur, donde su popularidad, nacida hace 50 años, permanece intacta. También ha ofrecido, en París y en toda Francia, recitales íntimos compuestos de textos, musicalizados y firmados por autores y poetas que siempre ha amado, desde Louis Aragon hasta Jean Genêt pasando por Maurice Fanon.
El domingo 7 de abril, en Lille, en el Théâtre Sébastopol, volvió a conectar con un repertorio de los años 60/70, que le permitió vender millones de 45. Se alejó de él hace dos décadas, sin negarlo, todo lo contrario, pero con el convencimiento de que ya había superado la edad de interpretarlo. Finalmente cambió de opinión y comprobó, este fin de semana, que su público no lo había olvidado, sino todo lo contrario. Durante dos horas y media, recibió una ovación constante de más de 1.300 fanáticos apasionados, entre los cuales, por supuesto, la mayoría eran veteranos, pero también jóvenes que aplaudían y coreaban su nombre al son de las linternas.
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En un ambiente digno de un concierto de Madonna, los espectadores pusieron coros, e incluso en ocasiones cantaron en su lugar y a una sola voz, Capri se acabó, Mediterráneo o Vuelve. En varias ocasiones, algunos no dudaron en insultarlo, desde el fondo de la sala, arrojando otros títulos que querían escuchar absolutamente. Controlando la situación, Hervé Vilard les explicó, con la mayor tranquilidad, que les iba a dar una satisfacción, pero sólo en parte. Deseoso de mirar decididamente hacia el mañana, decidió dedicar parte del espectáculo a mostrar algunas de las canciones en las que trabaja desde hace varios meses y que aún no ha grabado. Entre ellos se encuentran Mayo del 68, Nuestras cuatro estaciones y, sobre todo, los minutos Y’a pas deux, cuyo inmenso potencial está convencido.
Deseoso de preparar a la próxima generación, también innovó al acoger, durante la exposición, a tres jóvenes artistas que descubrió y a los que augura un futuro brillante. Ussar, Maud Lubeck y Abel Cheret le rindieron homenaje interpretando una de sus canciones antes de ofrecer un título de su repertorio.
Un momento de calma casi religiosa antes de un final, donde dos espectadores vestidos con una camiseta negra en la que aparecía el nombre de su ídolo saltaron al escenario y cruzaron el escenario bailando, con los pulgares hacia arriba, bajo la mirada atónita de Hervé Vilard. Los recordatorios fueron desproporcionados con respecto al evento. Tras bastidores, no ocultó su satisfacción, pero también su sorpresa. No había imaginado una acogida tan entusiasta y tal locura. Incluso se cuestionó largamente antes de dar luz verde al productor que le había ofrecido esta noche de prueba. Con lo que llama “gusto por el alto nivel”, comenzó comprobando que vocalmente sería capaz de ello antes de iniciar varias semanas de ensayos con sus músicos y un equipo técnico que le sigue fiel desde hace 40 años. El pasado mes de julio, para una velada en las Francofolies que imaginaba única, también trabajó mucho.
El resultado obtenido el domingo es tan convincente que ahora está prevista una serie de conciertos, con el mismo principio, a partir de septiembre en otras ciudades de Francia. También se plantea volver a París, a las Bouffes du Nord. Sin embargo, esta no será una gira de despedida. Mientras su salud, que es excelente, se lo permita, continuará su camino, a su propio ritmo y a su manera. Dalida una vez le susurró al oído: “quédate como eres”. Él siguió su consejo. “Siempre he sido un hombre libre y lo seguiré siendo”, afirma.