“Llevaba su melancolía como elegancia. Venía de lejos: una infancia parisina, en un distrito 16 como Modiano, una juventud de muchacho bien educado, que admiraba al general De Gaulle y al mismo tiempo reivindicaba con orgullo el apellido de Mitterrand, y que tendría que descubrir su la homosexualidad en una Francia donde todavía estaba sancionada por el Código Penal”. Con sus palabras, la Ministra de Cultura rinde homenaje a uno de sus predecesores en la calle de Valois, Frédéric Mitterrand, fallecido a la edad de 76 años.
Rachida Dati habla también de su debut cinematográfico a los 12 años junto a Bourvil y Michèle Morgan en Fortunat (1960). Un gusto por el séptimo arte que le llevó a hacerse cargo de diez salas de cine, que se convirtieron en los cines olímpicos. “La calidad de su programación lo había convertido en una figura destacada de la explotación del cine de autor en París. El público acudía rápidamente a las proyecciones de Bergman, Antonioni u Ozu, pero también a los melodramas de Hollywood o a las comedias musicales egipcias, ya que este loco amante de la pantalla negra tenía una pasión ecléctica”, continúa recordando que en 2000 fue nombrado director de la película francesa. Comisión de anticipos sobre ingresos de cine. Y en 1995, incluso se puso detrás de la cámara adaptando Madame Butterfly, la ópera de Giacomo Puccini.
Antes de enumerar sus programas de radio y televisión, desde “Étoiles et Toils”, de 1981 a 1986, hasta “Permission de medianoche” de 1987 a 1988, pasando por “Du Côt de Chez Fred”, entre 1988 y 1991 o incluso “Night Caravan”. “Al público le encantó su sofisticación casi pintoresca, el tono particular de su voz, con el que se expresaba en un francés cincelado. »Frédo» se convirtió en una de nuestras figuras familiares, la que tan bien sabía hablarnos de óperas, de cabezas coronadas y de estrellas de Hollywood con destinos extravagantes y destrozados y de historias de amor desgarradoras, con una codicia contagiosa, un sentido innato a a la fórmula y, en ocasiones, a la provocación”.
“En las últimas semanas hemos hablado varias veces. Me dio la más cordial bienvenida cuando asumí mis funciones en la calle de Valois. Nuestra última conversación, este fin de semana, llena de ese entusiasmo de vida que conocíamos en él, no reveló nada del tiempo que para él se aceleraba”, dice finalmente el ministro. Y extiende su más sentido pésame a “todos aquellos que, como yo, recuerdan hoy su profunda humanidad, su humor, su bondad, su gentileza, su constante atención a los demás, que mostró hasta su último aliento. Muchos de nosotros recordaremos la brillante sonrisa de Frédéric y la inimitable veta de su voz.»