Pieza central de su repertorio, éxito esencial en todos sus conciertos desde principios de los años 1980, “Les Lacs du Connemara” inauguró el concierto parisino de Michel Sardou ofrecido en el Paris La Défense Arena ante 25.000 personas el sábado por la noche. En un impresionante escenario central, el cantante desilusionado y gruñón explicó que él no marcaba el camino. “Me asustan mucho pero estoy muy feliz de casi terminar aquí”, explicó a su público.
Después de un auténtico comienzo en falso en 2018, el septuagenario asegura: esta gira, titulada “Recuerdo una despedida”, es efectivamente la última. Valió la pena una escenografía ambiciosa, una orquesta ampliada, cuerdas, metales y coristas en abundancia. Con un traje negro, Sardou recorre el escenario en círculo, repasando una carrera que comenzó a finales de los años 1960. Introduce «Je va t’aimer» diciendo «aquí hay una canción que hoy ya no podríamos escribir». ‘ y dedicándoselo a Sandrine Rousseau «adorable, inteligente y aburrida». El hombre no tiene miedo de ponerse el disfraz del viejo reactor, lo hace a montones, con arreglos de bombero a tono. Echamos de menos los feos estribillos de guitarra sacados directamente de los años 80. Pero los fans disfrutan de una lista de canciones que da un lugar de honor a canciones oscuras.
Los éxitos se entregan en un eficiente popurrí de 10 minutos. “Cada vez que canto, me culpan por no cantar ésta o aquella, ¡pero no puedo cantar 400 de ellas!” él ríe. “Le bac G”, que había molestado al entonces Ministro de Educación Nacional, resurgió, al igual que “Le Privilege”, una canción valiente dirigida a la comunidad homosexual, o “Vladimir Illitch”, una crítica mordaz a la política de Lenin. ideal pervertido. Sardou rinde homenaje a su padre a través de una relectura en Nueva Orleans de su “Quizás hoy”.
La primera sorpresa es su versión de “Quelque chose de Tennessee”, que Michel Berger había escrito y compuesto para su amigo Johnny Hallyday. Saludamos también una admirable y funky versión de “Cities of Solitude”, sin duda la más políticamente incorrecta e incomprendida de su carrera. Un poco fría al principio, la voz de este gran cantante alcanza su punto máximo a mitad del concierto antes de debilitarse al final del concierto. Pero hay muchos cantantes que acompañan las melodías, puntuados por las intervenciones de un saxofón muy locuaz. Sentimos feliz a Sardou cuando recoge los ramos de flores colocados en el escenario central antes de regresar al backstage y a la tranquilidad a la que ahora aspira.