Para Pieter Mulier, la vista desde la pasarela Léopold-Sédar-Senghor es la más hermosa de París. “El Grand Palais y Notre Dame por un lado, por el otro, la punta de la Torre Eiffel… Tengo recuerdos muy personales allí… Es un lujo poder sentarme aquí y mirar alrededor”. Claude Debussy hizo lo mismo en el puente histórico (que precedió a la pasarela), inspirándose en el panorama y el cielo para componer Nuages ​​(1897). Dimanche soir, l’atmosphère de cet entre-deux rives, tranche avec la carte postale Instagram d’Emily in Paris et les images très pop culture du défilé pharaonique de Pharrell Williams pour Louis Vuitton qui a eu lieu il y a deux semaines sur le Puente Nuevo.

Leer tambiénSi Jacquemus me contara Versalles…

Alaïa es anti-streetwear por excelencia. Así lo confirma el director artístico que cita el tiempo como punto de partida de esta colección. “El tiempo que se tarda en abrochar y desabrochar los quince botones de un traje de falda”, insiste sobre los primeros looks del desfile que, de entrada, ambientaron. Se suponen alusiones a la sofisticación de los años cuarenta. “Tenía muchas referencias cinematográficas en mente, incluidas Dietrich y Garbo”, dice. Las dos estrellas del cine del siglo XX, tan hieráticas como elegantes, fueron clientes personales de Azzedine Alaïa en los años 70, antes de que creara su marca.

Íconos del glamour, cultivaron magistralmente una ambigüedad andrógina, vistiéndose como hombres o usando ropa masculina. Aquí, los talleres de Alaïa han partido precisamente del trabajo del sastre trasladándolo a vestidos como moldeados sobre el cuerpo o chaquetas con vascos que dejan ver la caída de los riñones. Porque algo raro, y propio de la casa, esta sofisticación se une por tanto a un cuerpo hipersexualizado, donde los largos vestidos skater calados revelan tanto como ocultan la piel. Los falsos culos como injertos de cuero en las nalgas acentúan aún más las curvas de estas bombas anatómicas. Las blusas-bodys se cortan en la parte superior por encima de las caderas.

Las gabardinas de látex de color rosa carne o amarillo curry se entrecruzan con las hombreras de piel de avestruz de color ladrillo. Los mules de cuero con tacones, los guantes metidos en el cinturón, se suman a esta silueta que hacía tiempo que no veíamos. Casi anacrónico en un mundo de Instagram y zapatillas. Y por esa razón tan deseable…