Simas, aguas azul turquesa y paisajes surrealistas. Los cenotes mexicanos de la Península de Yucatán atraen cada año a viajeros fascinados por sus colores y el misterio que los rodea. Considerados por los mayas como lugares sagrados, se formaron hace varios millones de años tras impactos de meteoritos o colapso de piedra caliza en esta región kárstica que se dice que cuenta con más de 10.000 cenotes. Pero para descubrir estos pozos naturales, a menudo ricos en biodiversidad, no es necesario viajar miles de kilómetros. Porque Francia también tiene una formación similar.

Hacia Fleury y el Parque Natural Regional de Narbona, más concretamente la sima de Œil Doux. En el macizo de la Clape (Aude), este paraje natural es impresionante. Porque debajo de sus acantilados de piedra caliza (40 metros de altura) hay una masa de agua de 14 metros de profundidad. Lo suficiente como para marearte. Con su paleta de colores única, desde el verde de la vegetación circundante hasta el azul esmeralda del agua del abismo, esta curiosidad geológica fascina.

A diferencia de algunos cenotes mexicanos, allí está estrictamente prohibido nadar. Lo que no impide que algunas personas eludan periódicamente las normas. Y herirte a ti mismo (y a veces incluso matarte) al hacerlo. Para su conservación, la sima de Œil Doux fue declarada sitio natural en 1978. Situada a unos quince kilómetros de Narbona, también es especialmente apreciada por los excursionistas. También es posible aparcar su coche en el parking del Domaine de l’Oustalet o en la carretera que une Fleury con Saint-Pierre-la-Mer.

En cuanto a dónde se origina el sumidero en el mar, la cuestión sigue abierta. El origen del agua permanece indeterminado en este yacimiento, cuya formación se remonta a la era Terciaria. Nació del derrumbe del techo de una de las galerías situadas bajo el Macizo de la Clape.

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