El Printemps de Bourges abre con música una temporada de festivales en Francia marcada este año por la concomitancia de los Juegos Olímpicos, un acontecimiento global voraz en fuerzas de seguridad movilizadas. En octobre 2022, le rideau n’était pas sûr de se lever aux beaux jours en 2024. Le ministre de l’Intérieur, Gérald Darmanin, avait jeté un froid en évoquant des manifestations culturelles «annulées ou reportées» pour l’été 2024. La razón ? Garantizar la seguridad de los Juegos Olímpicos, pero también la del paso de la llama olímpica (a partir del 8 de mayo) y de los Juegos Paralímpicos (del 28 de agosto al 8 de septiembre).
Desde finales de 2022, se ha definido un marco y se han protegido los grandes festivales musicales, como el Vieilles Charrues (del 11 al 14 de julio) o el Rock en Seine (del 21 al 25 de agosto). Así como superproducciones de otras disciplinas, como Cannes para el cine (14-25 de mayo) o Aviñón para el teatro (29 de junio-21 de julio). En la música actual, entre los grandes acontecimientos, sólo el Lollapalooza París, coincidiendo con la ceremonia de apertura, no tendrá lugar este verano.
Otros parámetros están en juego: las grandes salas de conciertos (el Stade de France, el Paris La Défense Arena o incluso Bercy) son requisadas para los Juegos Olímpicos. Artistas internacionales como Coldplay o Justin Timberlake se saltaron la región parisina, sin reprogramaciones posteriores.
Ekhoscenes (fusión de Prodiss, la Unión Nacional de Teatros Privados y la Unión de Cabarets y Salas de Música), que representa a los empresarios privados de artes escénicas, calcula así la pérdida de ingresos por venta de entradas para los productores de espectáculos privados en 150 millones de euros.
En cuanto a los festivales, el contexto ya es de “costes crecientes”, los organizadores se enfrentan a la “competencia extremadamente poderosa de los Juegos Olímpicos” que crea “tensiones” en términos de “equipamiento, proveedores de servicios, mano de obra”, describe Malika Séguineau, general Director de Ekhoscenes. Sin olvidar, según este directivo, las tradicionales “asociaciones de marcas” que prefieren centrarse en los Juegos Olímpicos de este verano. Ekhoscenes aún no dispone de “información cuantificada” sobre este punto y espera su “evaluación en otoño, esperando que no haya demasiados daños”, precisa Malika Séguineau.
La ceremonia de inauguración de los Juegos, con el Sena como telón de fondo, también plantea interrogantes para algunos lugares, como el Petit Bain, una sala de conciertos parisina situada sobre una barcaza. “Estamos entre la desesperación y la vehemencia, todavía sin fijar las condiciones exactas de acceso, a menos de cien días de la ceremonia, mientras esperábamos detalles para el verano de 2023”, lamenta su jefe, Laurent Decès.
Este operador se enfrenta a una doble incertidumbre. “Primero, la programación. Los días 16, 17 y 18 de julio tengo opciones de conciertos o de discotecas en espera, sin saber si podrán realizarse”, explica Laurent Decès, también director del Sindicato de música contemporánea (SMA). “Y para nuestra terraza en el muelle, con capacidad para 300 personas, tenemos que contratar personal y los temporeros necesitan planes estables. Y ahí no sabemos si podremos trabajar del 18 al 26 de julio. Este personal se irá a otros establecimientos”, continúa.
Además, Ekhoscenes y la SMA siguen atentos a los festivales que son “menos visibles en la comunicación que las superproducciones, aquellos con índices de audiencia más modestos”, como afirma Malika Séguineau. Estas reuniones «es difícil conseguir una posición firme por parte de la prefectura interesada» sobre su celebración, explica el directivo, «lo que no tiene precedentes». «Oficialmente, estos festivales se celebran, pero algunos se sienten como una espada de Damocles porque les dicen: tenéis las autorizaciones a menos que las condiciones de seguridad nos obliguen a revisarlas», afirma Stéphane Krasniewski, responsable de festivales de la SMA.