Para esta velada de Ravel, una velada extraordinaria, la Ópera Garnier abrió sus puertas a los jóvenes… en el escenario. La secuencia Ma Mère l’oye fue bailada por los alumnos de la escuela de danza, y la secuencia L’enfant et les sortilèges cantada por los jóvenes artistas líricos residentes de la Academia de Ópera. Y aunque estas dos piezas son portadas de obras creadas en fechas muy diferentes (1998 para L’enfant, 2023 para Ma Mère l’oye) forman una hermosa unidad, tan musical como visual.
Ma Mère l’Oye, escrita para piano en 1910, está inspirada en un cuento de Perrault de 1697. La danza de Martin Chaix ilustra perfectamente este universo atemporal deseado por Ravel. Los jóvenes bailarines, aunque aún no dominan toda la técnica, son impecables en estos papeles inmutables que evocan a su vez alegría, miedo y entusiasmo. Tres grandes nubes, unos cuantos farolillos, disfraces inesperados y buenos bailarines… No hace falta mucho para crear un universo mágico.
Tras el intermedio, cambio de estilo con El niño y los sortilegios, creada en la Ópera de Montecarlo en 1925. La versión que se presenta hoy es la de Richard Jones y Antony McDonald. Aunque esta pequeña ópera dura sólo 45 minutos, es una producción enorme que requiere 50 artistas en escena, una gran cantidad de vestuario y decorados. Un decorado ameno, a menudo divertido y, visualmente, absolutamente desconcertante. Hada compite con ilusión para contar la historia de este niño sucio, en rebelión contra sus padres. Es genial !
Ópera Garnier, hasta el 14 de diciembre.