A cuatro meses de los Juegos Olímpicos, la presión aumenta en las calles de París: hay quienes cantan Aya Nakamura, que se espera sea el anfitrión de la ceremonia inaugural, frente a la sede de RN y quienes advierten sobre el destino de la gente en la calle haciendo Las estatuas hablan. Activistas de SOS Racisme organizaron el domingo un “baile antirracista” bajo las ventanas de la Agrupación Nacional para protestar contra los comentarios de Marine Le Pen sobre la posible participación de Aya Nakamura en la ceremonia inaugural del 26 de julio.
La cantante francófona más escuchada en el mundo desde Djadja, en 2018, ha sido objeto de ataques racistas desde que L’Express anunció, a finales de febrero, que podría interpretar canciones de Edith Piaf durante la ceremonia. La presidenta de los diputados RN, Marine Le Pen, se opuso a tal perspectiva acusando al presidente Emmanuel Macron de querer “dividir” y “humillar” a los franceses. Había citado “su vestimenta”, “su vulgaridad” o incluso el hecho de “que no canta en francés”.
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En respuesta, una veintena de activistas antirracistas bailaron al son de los éxitos de los franco-malienses y de Edith Piaf, retransmitidos a todo volumen delante de la sede del partido, a puertas cerradas, constató un periodista de la AFP. «Nos estamos preparando para acoger al mundo entero en los Juegos Olímpicos y estamos teniendo una polémica porque algunos quieren devolver a nuestra mayor artista francófona simbólicamente -y tal vez no sólo simbólicamente- a Bamako», lamentó el presidente de SOS Racismo, Dominique Sopó.
A mediodía, otras asociaciones alertaron por su parte sobre la suerte de las personas en la calle, como ya lo vienen haciendo desde hace varios meses, denunciando las expulsiones forzosas de poblaciones precarias (personas sin hogar, inmigrantes en campos, trabajadores sexuales…) como el enfoque de los Juegos. Los activistas «han hecho hablar a varias estatuas» con mensajes como «la limpieza social como legado», explicó Paul Alauzy, portavoz de Revers de la Medal, un colectivo que reúne a unas 80 asociaciones y ONG.
De cara al Senado, lanzaron simbólicamente «una primera prueba» de los Juegos Olímpicos, lanzando boyas que representan los anillos olímpicos en la piscina de los jardines de Luxemburgo, constató un periodista de la AFP. Lanzados con bombas de humo de colores, portaban, explicaron, los “males de los Juegos Olímpicos” (expulsiones, acoso, etc.). A cuatro meses de los Juegos Olímpicos, «3.500 personas duermen en las calles y mil en los gimnasios» en París, subrayó el colectivo. “Hay que cuidarlos para que la celebración sea digna y bonita para todos”.
En Dugny (Seine-Saint-Denis), frente a la Villa Olímpica de los Medios de Comunicación que abrirá sus puertas el lunes, entre 60 y 70 ecologistas y activistas por el derecho a la vivienda (DAL) en particular protestaron contra la gentrificación y el hormigonado que afectan a la áreas alrededor de los sitios olímpicos a pedido del colectivo Juventud por el clima.
Nota menos militante: en este año olímpico, la capital también vio el regreso de la famosa carrera de camareros, no organizada desde 2011 por falta de patrocinador. Los ganadores del evento, jugado frente a turistas atónitos y familias paseantes, están invitados a la ceremonia de apertura.