Obviamente, es tentador. Cien mil euros, sólo para designar a alguien en el aeropuerto de Bastia. Melissa (Hafsia Herzi) duda, pero no por mucho tiempo. Pronto descubrirá que el dinero huele. La heroína es un guardia de prisión. Llega de París para empezar una nueva vida en Córcega, con su marido desempleado y su hija a la que le gustaría tener una bicicleta. Un nuevo comienzo es lo que ella espera.
La prisión de Borgo funciona en régimen abierto. Casi parece como si los reclusos tuvieran un ojo puesto en los guardias. La directora, modelo de administración desanimada (Florence Loiret-Caille, perfecta en prudencia y desencanto), informa de ello a su joven recluta. Es otro mundo. La isla tiene sus leyes, que no son las del continente. En resumen, el establishment está en completo desorden. Los presos juegan a las cartas en una habitación. Las colillas se acumulan en los ceniceros y los platos sucios en el fregadero. ¡Que desastre! No tienen vergüenza, ¿verdad? Pronto, sin embargo, se mostrarán reacios a regresar a su celda.
Inmediatamente, por su nombre y una canción, Mélissa recibió el sobrenombre de Ibiza. Incluso tiene derecho a una versión en dialecto local del éxito de Julien Clerc. Al menos lo salva de la temida polifonía. Nos gusta, de verdad. Proporciona servicios, trae cigarrillos, proporciona un ventilador a un asmático. Esto empuja a un simpático matón que lo protege a ofrecerle un trato. ¿A qué hora llega el avión desde Ginebra en un día determinado? Melissa acepta de buena gana estos pequeños compromisos y frecuenta la cabaña donde se reúnen matones que no parecen tan malos. Este es el dedo en el engranaje. Habrá dos muertes.
El comisario (Michel Fau), en un papel inadecuado, lidera la investigación con buen humor y sin ilusiones, descifrando una a una las imágenes de las cámaras de videovigilancia. Al marido de Mélissa le gustaría conseguir trabajo como carpintero. A veces se emborracha. En su edificio, el racismo no pronuncia su nombre. Los problemas del vecindario los resuelven milagrosamente extraños. El cansancio se apodera de la pareja. ¿Quién manipula a quién?
Con Borgo, premio del jurado en Reims Polar, Stéphane Demoustier (La joven de la pulsera) pone de color rosa las mejillas del thriller carcelario gracias a este retrato de una mujer decidida que no se deja pisotear y que se encuentra más o menos a pesar de ella en un plan mafioso. El personaje avanza barriendo las dudas que lo asaltan, un torito risueño y misterioso. Una inteligente construcción de flashback te mantiene en suspenso. Se describe un entorno, con sus costumbres, sus amenazas veladas, sus ofertas imposibles de rechazar. El director evita la postal. “Es para una película”, dijo el asesino, después de enfundar su arma. Éste no pierde su objetivo. Al igual que su Mélissa, que aprendió a disparar, Stéphane Demoustier sabe apuntar correctamente. Normalmente, el futuro es suyo.
La Nota de Fígaro: 3/4