Ciencia ficción de Denis Villeneuve, 2h46
Nuestros periodistas cinematográficos Étienne Sorin y Constance Jamet están divididos sobre esta segunda parte de las andanzas del noble Paul Atréides, interpretado por Timothée Chalamet, en el desierto y hostil planeta Arrakis.
Con Dune: Part One, Denis Villeneuve acertó en su apuesta. El director quebequense consiguió transformar la novela de ciencia ficción del estadounidense Frank Herbert en una película espectacular. Tras esta primera parte y el establecimiento de un universo distópico, se esperaba la segunda como El Imperio Contraataca, el mejor episodio de la saga de George Lucas. Spice (el único recurso en el planeta Arrakis) y épico. Sudor, sangre y lágrimas. El as. Denis Villeneuve se queda atrapado en la arena. El juego de palabras es fácil pero la travesía del desierto es larga (casi 3 horas) y dolorosa para el espectador. Esta secuela comienza donde termina la primera parte. Paul Atréides (Timothée Chalamet) sobrevive en compañía de los Fremen, nómadas místicos que creen ver en este joven príncipe al Mesías que liderará la guerra santa. Algunos dudan y sospechan que sea un falso profeta. Esta religiosidad sectaria y simplista está en el corazón del libro. Tiene prioridad sobre el ambientalismo y las intrigas judiciales. Villeneuve no puede librarse de ello. Evita escenas de acción, esquiva peleas, acorta las batallas. Los gusanos de arena ya no sorprenden. El paseo de la lombriz gigante de Paul Atréides es, por tanto, técnicamente impecable. Sin embargo, no despierta ninguna emoción, a diferencia del dragón domesticado en Avatar de James Cameron, una prueba iniciática que transforma a los Na’vi en Toruk Makto. Dune, a pesar de su arena ardiente, es un monstruo frío. E.S.
“Lo que me dio la energía para regresar a Arrakis fue la posibilidad de volver a visitar el universo Dune y hacerlo mejor”, admitió Denis Villeneuve durante su visita a París. Promesa cumplida para los quebequenses. Después de ordenar cuidadosamente sus piezas, revela toda su extensión en esta segunda parte. Sin negar la atmósfera contemplativa y meditativa que había sido su fuerte, el cineasta entra en la realidad de la guerra de guerrillas (y pronto la guerra) que enfrenta a los nómadas Fremen contra el imperio y sus compinches los Harkonnen. Más musculoso en la acción, Dune II continúa donde lo dejamos Paul Atréides (Timothée Chalamet) y su madre Lady Jessica (Rebecca Ferguson), tomados con sospecha por los Fremen. Denis Villeneuve los atrapa con una emboscada y un despiadado combate cuerpo a cuerpo. Esbozada en la primera parte, la dimensión política y religiosa pasa a primer plano en esta epopeya dominada. ¿Es Paul o no el mesías que conducirá a los Fremen a la libertad? A Dune II no le falta espectáculo. Sin que ello vaya en detrimento de los personajes. Timothée Chalamet tiene más para imponer, para jugar y menos para sonreír. Se acabó el tiempo del relato iniciático. El joven príncipe se convirtió en un líder de hombres reacio. Pero estratega. C.J.
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Drama de Isabelle Brocard, 1h32
La marquesa de Sévigné no existiría hoy sin su hija. Publicadas post-mortem, sus cartas a Françoise, que se convirtió en condesa de Grignan, establecieron su posteridad literaria. Contienen todo lo que caracteriza a la marquesa: su vivacidad, su delicadeza, su espíritu, su inteligencia pero también un excesivo amor maternal. Es este vínculo entre madre e hija el que analiza la directora Isabelle Brocard en Madame de Sévigné, esta madre que escribe a su hija: “Mi corazón y mi imaginación están completamente llenos de ti. No puedo pensar en ello sin llorar, y siempre pienso en ello, así que el estado en el que me encuentro no es sostenible. » Se trata de la misma madre que, unos años antes, le dijo a Françoise: “Eres la chica más bonita de Francia” y tramó un plan para casarse con ella. Al comienzo del triunfante Grand Siècle, el plan pasa necesariamente por Versalles. Durante una fiesta en los jardines, la joven llama la atención del rey pero la madre está mirando, quien regaña a los dos tortolitos. Este crimen de lesa majestad valdrá la desgracia de la joven Madame de Sévigné. ¿Qué pretendiente se atreverá a pisarle los talones al rey? La salvación vendrá del Conde de Grignan. Él traerá su nombre y Françoise su dote. En el trasfondo se esconde una época turbulenta, en la que no se libraron ni de guerras ni de disensiones políticas. Isabelle Brocard describe con encomiable sinceridad este mundo de vestidos y pelucas largas que se derrama sobre el papel, haciendo hablar los corazones bajo el crujido de las plumas. Sobre todo, nunca traiciona, mediante anacronismos o licencias excesivas, este lenguaje suntuoso que nos ha llegado gracias a una correspondencia tan particular. FD
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Documental de Asmae El Moudir, 1 h 37
En la familia de Asmae El Moudir, las fotografías están prohibidas desde hace mucho tiempo y son un tema tabú. Vingt ans plus tard, la cinéaste marocaine a décidé d’interroger cette absence dans La Mère de tous les mensonges, un documentaire magnifique sur les mensonges et les secrets de son enfance liés à d’autres secrets plus collectifs, enfouis dans l’histoire de su país. A falta de imágenes familiares preservadas, ella misma las reinventará. Con su padre, un ex albañil, hizo un modelo en miniatura de su casa y del distrito obrero de Casablanca donde creció, para recrear su historia. Cada miembro de la familia está invitado a participar en este sistema único. Los recuerdos regresan, ante las preguntas del director. En el centro de todo está la abuela. Con una mirada oscura que atraviesa a su interlocutor, una presencia imponente y silenciosa, la anciana no está dispuesta a dejarse arrastrar por esta gran revelación ni a confiar sus secretos, cuyo peso sin embargo sentimos en la historia familiar. Tan terrible como increíblemente conmovedora, ella encarna el alma de la película. Una señal tajante, el dedo en la boca, para imponer silencio cuando se les pregunta por la desaparición de una joven, hermana de su vecina. Sin embargo, los secretos se revelan a pesar de la negación y de las décadas de silencio de esta generación marroquí de los “años de plomo” obligada a guardar silencio. Premio de dirección Cierta Mirada y Ojo de Oro al mejor documental en Cannes en 2023, esta poderosa y escalofriante autoficción construida como una investigación íntima dibuja, lejos de clichés, un fascinante retrato de la memoria marroquí. V. B.
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Drama de Abderrahmane Sissako, 1h49
Esta es una mujer que dice no. En el último segundo, el día de su boda, pronuncia la fatídica palabra delante de una multitud atónita y de su atónito prometido. Tampoco debería haberla engañado el día anterior. Ni uno ni dos, Aya abandona Costa de Marfil para instalarse en Cantón. Esta repentina decisión apenas se nos explica. La heroína deja sus maletas en Chocolate City, un distrito donde se reúnen los africanos. Obviamente, tiene la intención de cambiar su vida: aquí la tenemos luciendo una melena alborotada como Angela Davis. Este detalle contrasta con la profesión que eligió. Trabaja en una tienda de té. Es un arte. El jefe, divorciado y con dos hijos, le enseña gestos precisos, pequeños secretos, le muestra cómo servir el agua, la mejor manera de agarrar la taza. Hay toda una ceremonia. El amor es bastante similar, ¿verdad? Otra metáfora. A la película no le faltan ellos. Son un poco invasivos. Al espectador inocente le resultaría difícil reconocer en esta historia la mano de Abderrahmane Sissako, el autor de la magnífica Tombuctú. Para Black Tea, actúa como un chef indefenso que ha puesto demasiados platos en el horno y ya no sabe en qué orden servirlos, simplemente llevándolos, presa del pánico, al cliente que no puede esperar más. Nos perdemos en este mercado nocturno donde los policías bondadosos hacen su ronda. Nos perdemos en estos bandazos inesperados en Cabo Verde, nos tropezamos en estos flashbacks y digresiones. El tiempo infunde gota a gota. Un ritmo lánguido baña esta curiosa mezcla fallida de In the Mood for Love y Venus Beauté (Institut). EN.
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