Christiane Lambert, ex jefa de la FNSEA, es presidenta del Comité de Organizaciones Profesionales Agrícolas de la Unión Europea (Copa).
El Día de Europa, el 9 de mayo, se celebró este año en un contexto particular, entre el final de un mandato muy especial dominado por las crisis y el período de campaña electoral en el que nos adentramos. Fue una oportunidad para hacer balance del mandato pasado y explicar por qué los próximos años serán tan fundamentales en Bruselas, especialmente en materia agrícola.
A través de mi mandato en Copa, tuve la oportunidad de observar de cerca el funcionamiento de las instituciones y la importancia de las decisiones allí tomadas a lo largo de la primera Comisión de Ursula Von der Leyen.
Las sucesivas crisis desde marzo de 2020 han obligado a los líderes europeos a revisar su enfoque: el Covid, la guerra en Ucrania, el arma alimentaria blandida por Putin, la inflación, la recurrencia de fenómenos climáticos extremos han demostrado a su vez que nuestra agricultura era un recurso esencial, estratégico y sector vulnerable. Europa ha demostrado cada vez que tiene el nivel de acción adecuado y ha sido capaz de reaccionar rápidamente, ya sea mediante el plan Next Generation EU, su estrategia de independencia energética y seguridad alimentaria o, más recientemente, mediante sus propuestas de simplificación de la PAC. Estas diferentes estrategias, aprobadas en 27 estados miembros, a veces en sólo unas pocas semanas, fueron verdaderas hazañas de fuerza, imposibles de implementar sin una buena coordinación entre nuestras instituciones comunitarias.
Durante este mandato, lo más llamativo para mí sigue siendo el cambio de paradigma emprendido en materia agrícola. Hoy nos hemos alejado del enfoque dogmático y “de arriba hacia abajo” de la granja a la mesa diseñado al inicio del mandato, para avanzar hacia un enfoque más estratégico en los últimos meses.
Después del despliegue político, De la granja a la mesa rápidamente mostró los límites de una visión sin costos y sin reflexión sobre su implementación. Este problema metodológico fue reconocido por primera vez por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien decidió en septiembre de 2023 iniciar un “diálogo estratégico para el futuro de la agricultura”, en curso en Bruselas.
Sin embargo, seamos muy claros: numerosos textos no han llegado a conclusiones en el marco de este mandato, dejando sin resolver un cierto número de cuestiones, ya se trate de los productos fitosanitarios o del bienestar animal, sobre los que tendrá que posicionarse la próxima Comisión, el próximo Parlamento. Por lo tanto, este cambio de método y de software deberá confirmarse en estas cuestiones después de las elecciones.
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Además del trabajo de la Comisión, también debemos saludar el de los diputados al Parlamento Europeo. Estuvieron entre los primeros en compartir las preocupaciones del mundo agrícola y forestal, desempeñando un papel de retroalimentación y moderación de numerosas propuestas. Por eso es esencial que los partidos políticos y los votantes lleven al parlamento a parlamentarios que trabajen en estos temas y que estén personalmente familiarizados con las cuestiones de la agricultura y la ruralidad europeas.
Durante el próximo mandato y en el contexto geopolítico actual, tres sectores permitirán hacer valer la soberanía europea: la energía, la defensa y la agricultura. Sin esta soberanía, la UE no podrá afirmarse plenamente en el mundo y seguirá dependiendo de otras potencias. Por tanto, el mundo agrícola y forestal y el movimiento cooperativo deben recuperar un lugar eminentemente estratégico en el centro del pensamiento europeo.
El próximo mandato tendrá que responder a un número creciente de desafíos, ya sea la integración de Ucrania en la UE, la renovación generacional en la agricultura, los desafíos relacionados con el cambio climático y la biodiversidad, la salvaguardia de nuestro modelo agrícola para garantizar nuestra soberanía alimentaria o incluso la alineación de nuestra política comercial con nuestras ambiciones en el mercado interior. No se puede dar una respuesta simplista a estas preguntas; sólo un enfoque concertado, basado en una mejor escucha de los agricultores, nos permitirá avanzar.
Sin duda, los agricultores se encuentran entre los europeos más conscientes de la importancia de la UE a través de los apoyos a los ingresos y la transición de los que se benefician, pero también a través de las capacidades comerciales que ofrece el mercado único. La agricultura siempre ha desempeñado un papel vital en la base de nuestra Unión, ¡porque la seguridad alimentaria garantiza ante todo la paz y la estabilidad!
Al observar la decepción de los británicos tras el Brexit y la esperanza de que nuevos países soliciten unirse a la UE, hoy estoy convencido de que, sobre todo, necesitamos una “Europa mejor”. Es esencial hoy, más que ayer, que los agricultores europeos se movilicen y voten: ¡elijamos diputados que confirmen el cambio de rumbo y el software agrícola en Bruselas!