Si Yves Mourousi, fallecido hace 20 años, se presentara hoy a las 13:00 horas en TF1, probablemente no habría dejado de producir una edición especial desde Pekín, con motivo del viaje de Emmanuel Macron a China. Periodista estrella del canal en los años 70 y 80, se convirtió en leyenda de la pantalla chica, convirtiéndose en «el hombre de los primeros», el pionero de los «éxitos televisivos».

En varias ocasiones firmó directos que ninguno de sus compañeros se había atrevido a imaginar. Entre ellos, estuvo, durante la época de la URSS, la entrevista con Leonid Brezhnev, entonces número uno soviético, pero también, el 3 de octubre de 1979, en un momento en que China empezaba a abrirse a Francia, un Diario de Plaza de Tiananmen. Los invitamos, con Madelen, a ver o volver a ver los primeros cuatro minutos donde, acompañado de Gérard Saint-Paul, corresponsal del canal en China, Mourousi, rodeado de niños, explica los motivos de su presencia, y esto, sin la más mínima nota.

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La improvisación nunca ha sido un problema para él. Es pues imposible contar las veces que este dotado informador llegó a su oficina, poco antes del mediodía, para estudiar y digerir, en un tiempo récord, los temas del día, meticulosamente elaborados por sus colaboradores. Nunca mostró la menor ansiedad cuando cayó al plató, unos segundos antes de la transmisión en vivo, antes de pararse junto a Marie-Laure Augry para lanzar su tradicional «hola». Esta idea se la debe a Fabrice Emaer, propietario de un restaurante parisino, el 7, donde cenaba varias veces a la semana. Cada vez, el dueño del lugar le dio la bienvenida lanzando con toda su fuerza esta interjección que se ha convertido en su marca registrada.

Una tarde de mediados de los 70, de regreso de Nueva York donde acababa de pasar ocho días de vacaciones, Mourousi le contó a Emaer su entusiasmo por descubrir una discoteca que acababa de abrir sus puertas, un club donde la naciente discoteca es la reina: Studio 54. «¡Tienes que hacer lo mismo en París!» le dice a Emaer. Este último escucha atentamente y decide, unas semanas después, comprar un teatro parisino abandonado, “Le Palace”. Luego ignora el alcance de un éxito que hará de las dos plantas y del restaurante del sótano, “Le Privilège”, un lugar mítico. Mourousi, presente en la noche de la inauguración, padrino moral de un lugar que le debe mucho, acude regularmente allí para dar un rodeo aleatorio en viajes nocturnos considerados, en su momento, por los medios de comunicación, como un jardín secreto que el que hacemos no hablar de ello públicamente. En la prensa se habla habitualmente del «Doctor Yves», pero nunca se menciona al «Mister Mourousi» que, varias veces a la semana, poco después de las 21 horas, deja su traje de Pierre Cardin para ponerse una cazadora de cuero, antes de subirse a su en moto, para vivir intensamente las noches de un París donde la fiesta está por todas partes. En esta apretada agenda, este trabajador, aparentemente incansable, también encontró tiempo para presentar otros programas, entre ellos un encuentro dominical titulado «Bon appétit» donde hizo debutar a los hermanos Bogdanoff. También imaginó y dirigió, a finales de la década de 1970, Nights of the Army, en el Jardin des Tuileries. Bajo una carpa instalada en un estanque, Thierry le Luron, Tino Rossi y algunos otros actuaron frente a miles de personas. Hoy parece un lugar común, pero en aquella época no existían los grandes salones que permitían llegar a esta cifra. También un entusiasta del circo, adaptó y puso en escena «Barnum», una comedia musical que se agotó en Broadway, en el Cirque d’Hiver Bouglione. Finalmente, dotado de un extraordinario sentido del marketing, hizo de su matrimonio con Véronique un acontecimiento mediático. Aprovechó una velada organizada en su honor por Eddie Barclay, en Saint-Tropez, para formalizar una unión que nadie se había atrevido a imaginar. Un año después, en Nîmes, en una iglesia, los enamorados se dieron el “sí” ante una multitud de personalidades, entre ellas Charles Aznavour que, al pie del altar, interpretó el Ave María. Es decir si, en algún lugar, Mourousi fue al menos tan poderoso como los que, durante 13 años, fueron noticia en su periódico.

3 de octubre de 1979: Yves Mourousi presenta la 13:00 de TF1 en directo desde Pekín