Doscientos ochenta kilómetros de hilos rojos, formando una red de memoria en una galería de 120 metros de largo excavada en las profundidades del Salzkammergut, en Austria, durante la Segunda Guerra Mundial. Este impresionante dispositivo lleva el arte al campo de concentración de Ebensee, anexo al de Mauthausen. El objetivo es “acercar al público a lo inexpresable” y mantener la memoria, un “acto de equilibrio” que, según el memorial, debe realizarse con respeto a las víctimas del nazismo.

Cuando entramos en el túnel excavado bajo la roca por prisioneros, en su mayoría polacos, soviéticos y húngaros, nos llama la atención la multitud de cuerdas rojas que unen las inmensas túnicas. Esta instalación de la japonesa Chiharu Shiota, de 51 años, podrá descubrirse hasta el 30 de septiembre en Salzkammergut, la región central de los lagos elegida Capital Europea de la Cultura en 2024.

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Las ropas que flotan en el aire como fantasmas se utilizan “como cuerpos vacíos”, simbolizando la “ausencia” de los deportados, una “existencia visible, pero sin nadie”. La obra se llama ¿Dónde estamos ahora? Encontramos los hilos rojos queridos por la artista, un color asociado a la sangre o al destino, explica a la AFP en la atmósfera húmeda y fría del subsuelo. Ella no conocía este lugar antes de ser invitada a exponer allí, pero vivió en Alemania durante 26 años y se interesó por los campos de concentración.

Originaria de una potencia aliada de Hitler, Chiharu Shiota lamenta que Japón no haya realizado el mismo trabajo de conmemoración, según informa el diario Die Presse.

En Ebensee, país natal de Adolf Hitler anexionado por el Tercer Reich en 1938, los nazis iban a realizar investigaciones sobre misiles a partir de 1943. El proyecto nunca llegó al corazón de esta galería de impresionantes dimensiones, una de las pocas transformadas en monumento conmemorativo y museo, en 1988. “Es la prueba del trabajo forzoso” de 27.000 prisioneros, de los cuales más de 8.000 murieron en condiciones inhumanas, recuerda Wolfgang Quatember, director del local, según quien el arte puede “hacer lo indescriptible tangible para la gente”.

Entre estas paredes oscuras ya se ha representado una ópera. Fue compuesto en el gueto de Theresienstadt, al norte de Praga, donde estuvieron detenidos los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Por tanto, un acercamiento respetuoso en un lugar lleno de historia, señala el director, ante la obra de Chiharu Shiota. “Nunca antes me había atrevido a entrar porque me parecía opresivo”, dijo a la AFP Monika Fritsch, una creadora de contenidos de 60 años que acudió a la inauguración. Pero esta instalación me permitió dar el paso”.