Suena una pequeña melodía reconocible, aparece una gran palma dorada en la pantalla. Puede comenzar la 77ª edición del Festival de Cine de Cannes. Se levanta el telón y aparece Camille Cottin, la francesa que anhelan los estadounidenses, que se siente cómoda interpretando a la “imbécil” en películas del mismo nombre como agente en Diez por ciento, la serie que la dio a conocer a nivel internacional. ¿Conseguirá sentirse cómoda en el escenario del Grand Théâtre Lumière, frente a Meryl Streep, que recibirá la Palma de Oro, y a la mayoría de los rostros famosos del séptimo arte, desde Costa Gavras hasta Raphaël Quenard?
Comienza la ceremonia, Camille Cottin, sentada al borde del escenario, expresa su “alegría” y su “honor” de recibir a estos prestigiosos invitados. Luego les advierte: “Están a punto de entrar en un mundo paralelo, llamado vórtice de Cannes. En este mundo, el espacio, el tiempo y la salud se convertirán en nociones un tanto vagas”. Cottin desvía el discurso habitual sobre la magia del cine para hablar de la quincena en sí. Once días de proyecciones temprano en la mañana y debates sobre películas todas las noches, dice.
Pero la moral ha cambiado, advierte. MeToo, que será invitada a Cannes con un cortometraje de Judith Godrèche, se habrá colado rápidamente en su discurso. “Las reuniones profesionales nocturnas en las habitaciones de hotel de señores todopoderosos ya no forman parte de los hábitos y costumbres del vórtice de Cannes tras la aprobación de la ley.
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El frenesí de Cannes, al parecer, no debería eclipsar los desafíos de esta reunión mundial. “En un momento en el que el estado del mundo nos preocupa (…), en el que profundas fisuras dividen a la gente, en el que el planeta está ardiendo y en el que nuestra inteligencia colectiva podría volverse artificial, un lugar de reencuentro así es una oportunidad increíble”. Camille Cottin continúa: “Cada año, Cannes ofrece una foto de nuestra humanidad, llena de esperanza. Es infinitamente hermoso, infinitamente precioso”.
Tras la presentación del jurado que otorgará la Palma de Oro -entre ellos Omar Sy, Lily Gladstone y Eva Green- su presidenta, Greta Gerwig, directora de Barbie, pronuncia un discurso cuanto menos convencional, como la rueda de prensa que ella sostuvo más temprano ese día.
Zaho de Sagazan, el artista multipremiado de las Victoires de la Musique, se desliza entre las filas y comienza un espectáculo eléctrico. Interpreta Modern Love de David Bowie. Esta elección no es casual. On entend cette chanson dans le film Frances Ha, de Noah Baumbach, qui mettait à l’affiche Greta Gerwig en 2012. La chanteuse française vient baiser, à la fin de sa performance, la main de la nouvelle reine du girl-power à l ‘Americana.
Es hora de honores. En la pantalla se reproduce un conmovedor montaje de los papeles más importantes de Meryl Streep, antes de una gran ovación. “Larga carrera, muchos aplausos”, sonríe la gran actriz estadounidense una vez en el escenario, con lágrimas en los ojos. Juliette Binoche, encargada de entregarle su palma de oro honorífica, celebra el poder de encarnación de Streep en sus papeles, desde Kramer contra Kramer hasta El diablo viste de Prada.
“Lo que vemos es tu inteligencia que brilla y tu empatía por tu personaje”, continúa la francesa, con un vestido inspirado en la alfombra roja, que celebra la complejidad de sus papeles y su carrera en el teatro. Juliette Binoche está a su vez al borde de las lágrimas: “Si las contribuciones de las mujeres en la historia siguen siendo demasiado invisibles, las suyas no lo son. Al ayudarnos a reír, llorar, imaginar e inspirarnos, te has labrado un lugar imborrable en la historia del cine. Eres un tesoro internacional. Diste una nueva imagen de la mujer en el cine”, dice con un nudo en la garganta. La secuencia emotiva de esta ceremonia.
Meryl Streep devuelve los elogios. “Juliette Binoche, la bella Binoche… Cuando supe que eras tú quien me iba a dar esta distinción, me volví loca, me sumergí en tu vida artística. El viernes pasado estaba viendo La pasión de Dodin-Bouffant, tenía que irme a la cama, ¡iba a llorar! Emocional, explica. La precisión no es inútil. La leyenda del séptimo arte se habrá dejado seducir por la película de Tran Anh Hung, proyectada el año pasado en la Croisette.
Luego rinde homenaje a su agente y maquillador, responsable de la apariencia de muchos de sus personajes en pantalla. Y, por su fidelidad, gracias a todos los cinéfilos que aún no se han “cansado” de ella, en cincuenta años de carrera, que podrá celebrar el año que viene. “Mi madre, que siempre tenía razón, me decía “María Luisa, María Luisa, todo pasa rápido, todo pasa muy rápido”. Excepto mis discursos, que siempre son demasiado largos”, finaliza Meryl Streep. El “poder femenino” comienza con las madres…