Timothée Dufour es abogado. En particular, defendió a Vincent Verschuere, un agricultor condenado en casación por “disturbios vecinales anormales”.
“Un vecino ya no podrá quejarse de las molestias que ya existen cuando se muda”, anunció el Ministro de Justicia durante una conferencia de prensa organizada el 4 de marzo de 2023 en el salón agrícola por representantes de la profesión agrícola, entre ellos los FNSEA, Jóvenes Agricultores y Cámara de Agricultura de Francia. El Ministro de Justicia quiso ser inflexible ante “estos parisinos que vinieron a instalarse cerca de una granja. Esto genera muchas demandas, pero no debemos molestar a la gente por su trabajo. No corresponde al agricultor hacer el esfuerzo. Con este texto, que llegará en septiembre, vamos a devolver la iglesia al centro del pueblo, aunque a veces las campanas también se consideran molestas.
En efecto, ya era hora de devolver al granjero al centro del pueblo y de poner los cascabeles alrededor del cuello de las vacas y de que cesaran estas sentencias absurdas, como la pronunciada en abril de 2022 contra un ganadero. Con una condena de 100.000 euros por parte del Tribunal de Apelación de Amiens, la suerte de Vincent Verschuere, citada muchas veces durante los debates parlamentarios, conmovió profundamente a los franceses. “Amamos el pan, pero apenas apreciamos los cereales. Amamos a las vacas, pero condenamos a los ganaderos”, resumen acertadamente Julien Denormandie y Erik Orsenna en su pequeño resumen de La globalización Alimentar sin devastar.
Ante esta situación, tan injusta como absurda, era necesaria una ley que protegiera la actividad agrícola existente de la llegada de demandantes. El texto proyectado por la Cancillería apuntaba exclusivamente a la protección de estos últimos. Ni más ni menos. Sin embargo, el proyecto de ley presentado con la aprobación de la Cancillería y aprobado por el grupo mayoritario de la Asamblea Nacional no se limitaba al sector agrícola. De hecho, el texto adoptado se refiere a las actividades en general, es decir, a las actividades económicas, pero también a las culturales, asociativas o de otro tipo.
En otras palabras, la agricultura, el pariente pobre de la economía, se convirtió en la punta de lanza de la libertad de empresa, ya sea que la actividad sea agrícola o no. No es sorprendente, dirían algunos, ya que la agricultura siempre ha sido una actividad tradicional pero también ha estado a la vanguardia de una serie de avances importantes.
También era necesario un texto para proteger, además de la actividad agrícola existente, su desarrollo. De hecho, no habrá soberanía alimentaria sin edificios. Asimismo, no habrá independencia alimentaria sin cobertizos ni establos. Los administradores del Parlamento, a este respecto, se muestran reacios desde hace tiempo en nombre del sacrosanto derecho a un recurso efectivo. “¿Por qué un joven ganadero que se instala con sesenta vacas, para iniciarse en el oficio, como cualquier empresario que desea desarrollar su negocio, no puede generar ingresos y amortizar el coste de sus inversiones aumentando a cien vacas?”, declarará El senador Dominique Estrosi Sassone, durante los debates en el Senado, revelando así el perfecto conocimiento de las especificidades agrícolas por parte de la Cámara Alta, considerada la bolsa de nuestros territorios.
Sin ofender a las ratas de ciudad, una rata de campo no está condenada a vivir en la granja de sus padres con la infraestructura de sus abuelos. También tiene derecho, como no dice Jean de La Fontaine, a la “alfombra turca”. En este contexto, la exención de responsabilidad se amplía a la hipótesis de la evolución de la actividad agraria en un texto específico integrado en el código de pesca rural y marítima para responder a una realidad económica. Algunos juristas refractarios replicarán que la redacción relativa a la protección del desarrollo de la actividad agrícola será motivo de controversia. Quizás, pero permitirá un debate contradictorio, si es necesario en presencia de expertos, para alimentar una reflexión sobre los méritos de la evolución de la actividad, una reflexión que con demasiada frecuencia se deja de lado durante las disputas sobre las que se enfrentan hoy los agricultores.
Está claro que es la magnitud de la crisis agrícola – haríamos bien en no dormirnos creyendo que ha terminado – la que habrá animado a los parlamentarios a proteger la actividad de nuestros agricultores para permitirles desarrollarla. La referencia en los informes parlamentarios a la noción de gran interés general de la agricultura, que pronto debería ser consagrada en la ley de orientación agrícola, demuestra la verdadera conciencia de las autoridades que, aún sin ser adoptada, ha justificado las especificidades aceptadas para el sector agrícola. profesión. Sin embargo, el texto no será retroactivo. Además, Vincent Verschuere, un agricultor fuertemente condenado por molestias, no podrá beneficiarse de ello. Que este texto esté dedicado a él, a él prioritariamente, y a todos aquellos que han estado o están obstaculizados en su actividad. Porque alimentarnos es su trabajo. Y defenderlo es nuestro deber.