Antigua capital del reino de Ayutthaya, Lopburi se ha convertido en un destino turístico imprescindible. Situada a 150 kilómetros al norte de Bangkok, la capital tailandesa, esta tranquila ciudad encanta a los visitantes con su arquitectura que combina modernidad y templos budistas. Entonces llegaron los monos. Primero en los templos, para gran deleite de los turistas, hurtando algo de comida aquí y allá o robando gafas de sol.
En su apogeo, había 2.000 de ellos compartiendo la ciudad, para 27.000 habitantes. Entonces Covid intervino. Dos años de hambruna para los macacos que aprovecharon para reproducirse en número. Ahora son casi 6.000. Las autoridades habían previsto y ordenado una campaña de esterilización a partir de 2020 con 500 personas afectadas. En vano. Luego, los residentes se equiparon con pistolas de aire comprimido y tirachinas para mantenerlos alejados. Una vez más, en vano. Hace cuatro años, Le Figaro ya informó sobre esta situación.
Hoy parece estar fuera de control y la agresividad de los monos está sembrando el pánico por toda la ciudad. Peleas, gritos, agresiones, robos de móviles y cámaras fotográficas, los turistas quedan en estado de shock. Privados de alimentos durante el Covid, desarrollaron demencia. Organizados en bandas, asaltan todo, entran en los negocios, forzan las puertas con ataques, atacan a adultos y niños por igual, saquean la ciudad y sus negocios, día y noche. Una situación digna de una película distópica de monos vociferantes, de siluetas demacradas, que rondan los templos dedicados a la espiritualidad. En definitiva, la situación es dantesca: los bichos saltan de tejado en tejado buscando un hueco en una vivienda, se cuelgan de cables eléctricos, se congregan en coches aparcados y los vecinos dudan en aventurarse a salir a las calles al aire libre de Lopburi.
Hasta tal punto que la economía local está sufriendo, según el diario tailandés Khaosod, que informó en enero de que las tiendas del centro de la ciudad amenazaban con cerrar o trasladarse, y algunos inversores chinos amenazaban con retirarse.
Las autoridades tailandesas han hecho balance de la catástrofe, tanto en términos turísticos como sanitarios. Enviaron veterinarios desde Bangkok para capacitar al personal municipal para tratar con los monos, disuadirlos y mantenerlos alejados en un santuario dedicado en un templo. Para ello, comerciantes y vecinos dejan restos de comida en la entrada. El problema es que a menudo se trata de dulces y comida chatarra que dan a los macacos energía adicional para reproducirse.
Paradójicamente, los monos son venerados en Tailandia. Se les considera descendientes de Hanuman, el rey de los monos. Además, entre los budistas son el símbolo de la sabiduría junto con los tres monos: el mudo, el ciego y el sordo. Ésta es una de las razones por las que los vecinos se niegan a verlos salir de la ciudad. Otros consideran que, si se controlan, siguen siendo un activo turístico considerable para la ciudad.
EN VIDEO – Tailandia: invadida por macacos, “la ciudad de los monos” contraataca (2020)