Las estanterías doradas rodean una inmensa biblioteca. El sol ilumina con sus últimos rayos Überlingen, una ciudad balneario en el suroeste de Alemania. Pero en el interior de la clínica Buchinger-Wilhelmi se celebra otro espectáculo: el cóctel de bienvenida para los recién llegados. En nuestros vasos, un tercio de infusión de hierbas, un tercio de zumo de frutas, un tercio de agua. El tono está fijado. Se pasa un micrófono de mano en mano, todos se presentan brevemente y hablan de su experiencia con el ayuno. “El método me transformó”, “Los médicos cambiaron mi vida”, “Nunca pude volver atrás”… Los fieles parecen exaltados, estamos perplejos. Entonces, ¿dónde hemos estado? Se acerca nuestro turno. “Marino, 28 años, deportista y con buena horquilla. Es mi primera vez y estoy un poco preocupado”. “Bienvenido Marine”, responden al unísono. Procedentes de Nueva York, Mumbai, Kinshasa, Ginebra o Mónaco, algunos permanecen allí diez días, otros un mes. Pero pocos llegan a ayunar por primera vez. Sus motivaciones son tan diversas como sus perfiles: encontrar inspiración, ganar energía, tratar la inflamación, la hipertensión o la diabetes, escapar de una vida cotidiana sobrecargada de trabajo… “La pérdida de peso nunca es la única razón para quedarse con nosotros. “El exceso de peso es síntoma de algo que no va bien: insomnio, estrés o comer demasiado ligado a las emociones”, explica Robin Mesnage, director científico de la clínica.
Si los pacientes viajan por todo el mundo para dejar de comer es porque el método ha demostrado su eficacia desde hace un siglo. En 1919, el Dr. Otto Buchinger, obligado a dejar su puesto en la marina tras contraer una enfermedad reumática incapacitante, emprendió un ayuno drástico durante tres semanas. Ante los convincentes resultados del experimento, se dedicó al estudio de los mecanismos de autocuración para beneficiar al mayor número de personas posible. “Cuando hablé sobre el ayuno en conferencias médicas hace cuarenta años, la gente me decía: ‘Muy bien, pero muéstrame tus estadísticas’. Nos llevó diez años acumular datos, darles coherencia y publicar los resultados de nuestra investigación en revistas de prestigio. Hoy tenemos esta credibilidad científica”, afirma la directora del grupo, Françoise Wilhelmi de Toledo.
No obstante, el ayuno sigue estando estrictamente regulado. Cuando estábamos a punto de ir al meollo de la cuestión después de haber devorado un Kinder Bueno del preso en el aeropuerto de Zurich, supimos que tendremos que observar un día de descanso digestivo a base de verduras al vapor, sin sal ni grasas. Objetivo: reducir la ingesta de alimentos para ralentizar la actividad de los órganos sin apresurar el organismo. Es hora también de someterse a un chequeo completo para detectar posibles mal funcionamiento o deficiencias y de completar un cuestionario de salud extremadamente preciso.
A la mañana siguiente, corremos a la casa de la enfermera para comenzar las festividades. A partir de ahora, y durante los próximos siete días, nuestro organismo únicamente consumirá infusiones y caldos, sin superar nunca las 250 kcal diarias. Otro paso obligado al inicio de tu estancia: la absorción de aceite de ricino o sales de Glauber, sulfato de sodio con efecto laxante, para depurarte por dentro. Glamour olvidado. Durante las siguientes 36 horas, el cuerpo privado de azúcar recurrirá al glucógeno del hígado y los músculos para activar un mecanismo de limpieza celular. Si escapamos de los dolores de cabeza y las náuseas, la moral está a media asta y el cansancio es abrumador a pesar de dormir diez horas. El equipo médico reaccionó de inmediato. Jugo extra de zanahoria y una taza de miel, cuyo fondo lamemos hasta la última gota.
El cuarto día marca la entrada a una nueva era. La serotonina está al máximo, la sensación de hambre ha desaparecido, la energía ha aumentado, nuestro metabolismo parece haber encontrado su nuevo funcionamiento. La oportunidad de explorar algunas de las muchas actividades que se ofrecen: meditación, yoga, Pilates, talleres creativos, caminatas, excursiones, clases de cocina saludable, actuaciones musicales… Cada hora tiene su propia disciplina, en una versión Club Med de medicina integrativa. Paralelamente se ofrecen numerosos tratamientos terapéuticos (fisioterapia, masajes, coaching, etc.), así como acceso a instalaciones de calidad (piscina climatizada a 28 grados, sauna, gimnasio de última generación, etc.) y conferencias de expertos. para nutrir el alma y el espíritu. Nos amenaza el exceso de trabajo, hasta el punto de olvidarnos de terminar la taza de miel.
Si pudiéramos imaginar esta experiencia solitaria e introspectiva, para nuestra mayor sorpresa es una verdadera aventura colectiva. Ya sea a la hora de “comer”, en una gran sala frente al lago o de actividades, la comunidad demuestra ser un apoyo incomparable. Las tardes se alargan, hinojo o verbena en las copas, hablamos de enemas, mal aliento y otras curiosidades digestivas. “La importancia del grupo es fundamental, desde la llegada hasta la reanudación de la comida, que debe abordarse con la misma seriedad que el descenso”, afirma Leonard Wilhelmi, director de la clínica. Si las aves migratorias no volaran juntas, se perderían. » En Buchinger todo es cuestión de sentido común. La naturaleza ayuna, los animales también. Nuestros antepasados en una época no tan lejana. Nada más instintivo.
Los diez días han pasado en un abrir y cerrar de ojos, ya es hora de volver a casa. Los recién llegados se han instalado en los sofás de la biblioteca y están comenzando sus presentaciones. Nos entregan el micrófono. “Después de diez días aquí, créanme, saldrán transformados. » Qué pasó ? ¿Hemos quedado tan hechizados? Está claro que Buchinger se parece un poco al Hotel California. Un lugar donde “puedes pagar tu factura cuando quieras, pero del que nunca podrás salir”.
Clínica Buchinger Wilhelmi (49 7551 8070; info@buchinger-wilhelmi.com). A partir de 4.000 € para la experiencia de diez días, alojamiento incluido.