Espacioso, luminoso, fluido, aireado y, aunque a veces esté abarrotado de flujos de turistas, se hace todo lo posible para facilitar los movimientos de los viajeros. Incluso puede albergar una exposición gigante de arte tailandés. Incluso hay un asistente de taxi que le indicará el vehículo correcto y rara vez tendrá que esperar… No se espera estrés a su llegada a la capital tailandesa. Los viajeros lo califican con un 7,2/10 según el sitio web Flight-Report.

Al caer la noche, un extraño fenómeno se extiende por las calles de Bangkok. Los resplandores anaranjados tiñen el cielo de la capital y, en general, de las ciudades tailandesas. No te preocupes, sólo es cuestión de restauración. De hecho, los numerosos puestos de comida callejera alimentan sus woks con aceite y algunos platos tienen una altura de fuego de hasta tres metros. Impresionante, sobre todo de noche, sobre todo en Chinatown (Yaowarat), donde los cocineros parecen competir en una alegre competición.

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Siempre es un asunto de cocina. Los tailandeses no tienen un horario fijo para comer. Comen bocadillos a lo largo del día como desean. Por eso, desde la mañana, los puestos callejeros destilan al viento el aroma de las especias, la carne o el pescado a la parrilla. Y los mercados no se quedan fuera, frutas y verduras participan del mosaico de perfumes de sol a sol.

En los parques, en los lugares públicos, en el cine, en la televisión o en la radio, a las 8.00 y a las 18.00 horas, el himno tailandés resuena y pone en pie a locales y turistas. No es una obligación para los turistas, pero es una muestra de respeto y cortesía para la población que está muy apegada a esta ley. Sobre todo desde que Phleng Chat Thaï fue compuesto en 1932, justo después del golpe de Estado que puso fin a la monarquía absoluta. Su transmisión se hizo obligatoria en 1939 por decreto del Primer Ministro Pibulsonggram.

Todo parece fácil. Comer, cambiar moneda, reservar transporte o alojamiento, ir de compras, pasear por las calles con total seguridad. Sin acoso por parte de vendedores agresivos, en todas partes la acogida propicia el intercambio, las sonrisas y la amabilidad.

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Los templos y parques de Bangkok se fusionan con edificios increíblemente modernos, que reflejan en sus fachadas de cristal los meandros del Chao Praya, el río mítico de la capital. Hay que tomarse el tiempo de compartir una copa en una azotea para visualizar esta mezcla de templos y torres de cristal que conforman la magia de la capital. La puesta de sol es el momento auspicioso que convierte el momento en emoción y magia tailandesa.

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Es un zumbido incesante, un hormiguero entrecruzado. El tráfico puede parecer anárquico en Bangkok, pero peatones, bicicletas, coches, taxis, autobuses y tuk-tuks conviven y cada uno se abre camino sin molestar al otro. Es muy fácil coger un taxi pero descifrar las líneas de autobús es un arte que se domina con el tiempo. El metro (MRT) es una gran alternativa.