Para el 1 de enero de 2024, las comunidades deberán haber proporcionado a los residentes una solución para clasificar sus residuos orgánicos, de modo que ya no se arrojen al contenedor de basura “clásico” sino que se reciclen por separado. “Esta evolución tiene su origen en la ley Grenelle II de 2010, que impuso umbrales a los grandes productores de biorresiduos”, explica Muriel Bruschet, referente nacional en materia de biorresiduos de la Agencia de Medio Ambiente y Gestión de la Energía (Ademe). Luego, en 2015, una ley amplió esta obligación de clasificación a las comunidades a partir del 1 de enero de 2025. “Europa retomó el texto y adelantó este plazo al 1 de enero de 2024 para todos los países miembros”, especifica el experto. La ley antirresiduos para una economía circular (Agec) aprobada en febrero de 2020 solo aplicaba esta normativa europea. » Por tanto, una aclaración importante: la ley no se aplica a los hogares y, contrariamente a los rumores, “no se recogerá basura con el fin de sancionar a las personas”, asegura Ademe.
Cada francés genera 83 kg de biorresiduos al año, lo que representa alrededor de un tercio de nuestros residuos no clasificados. Esto incluye tanto los residuos verdes de la jardinería, como cortes de césped, ramitas u hojas muertas, como también restos de comida como cáscaras de frutas y verduras, huesos de pollo, restos de pescado o incluso caramelos. Por tanto, todos los restos de comida o productos de cocina caducados, insiste Muriel Bruschet: “Circulan informaciones falsas sobre determinados alimentos que supuestamente no deberían acabar en el compost; probablemente se deban al hecho de que la gente confunde el vermicompostaje con el compostaje clásico. Cuando hablamos de vermicompostaje, nos referimos a cajas multicapa que albergan lombrices que tienen una dieta particular y a las que debemos evitar darles ajo, cáscaras de cítricos, pescado o carne. Pero en un compost clásico se puede poner de todo, siempre que se tengan buenas prácticas: cortar los restos en trozos pequeños, remover bien, asegurarse de que todo esté lo suficientemente húmedo…”
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“El principal desafío es sacar los biorresiduos del vertedero o del incinerador, porque contienen mucha agua y quemarlos no tiene sentido”, afirma Vincent Coissard, jefe de la subdirección de residuos y economía circular del Ministerio. de Transición Ecológica, citado por AFP. La compactación de residuos y su incineración provocan emisiones de gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global.
Por tanto, el objetivo de la clasificación es enviar estos biorresiduos a plataformas de compostaje o a un metanizador para producir biogás. En cuanto al compostaje, los microorganismos degradarán los bioresiduos para crear una enmienda, es decir una sustancia que mejorará las propiedades del suelo para hacerlo, por ejemplo, más resistente a la sequía y a la erosión. Esto ayuda a reducir el uso de fertilizantes químicos. La otra forma de recuperación es la metanización: “el metano producido por la fermentación de la materia orgánica se recuperará y luego se reinyectará en las redes de gas para generar calor o electricidad”, explica Muriel Bruschet.
Las comunidades deben elegir las soluciones que pondrán a disposición de sus ciudadanos e informarles (por lo tanto, no les corresponde comprar su propio compostador). Pueden optar por una gestión local, con distribución de compostadores individuales o vecinales, por ejemplo al pie de los edificios. Luego, las personas administran el abono y lo utilizan para su jardín, balcón o plantas de interior. También pueden optar por la recogida selectiva, puerta a puerta o con la disposición de contenedores específicos en la vía pública, que luego un camión transportará a plataformas industriales de compostaje o metanización. ¿Cuál es la opción más efectiva? “La mejor solución es la complementariedad de las soluciones”, cree Muriel Bruschet. Debes estudiar detenidamente las necesidades de tu territorio”, que no serán las mismas si se trata de zonas residenciales o urbanas muy densas.
Olores, roedores, etc. Para reducir las molestias, es necesario que los camiones recolectores pasen al menos una vez por semana y que los contenedores se limpien periódicamente. “Dicho esto, hay que tener en cuenta que se trata de contenedores metálicos cerrados”, recuerda el experto. Las ratas siempre han estado ahí y no se sentirán más atraídas que por los cubos de basura normales que ya contienen estos biorresiduos”.
Este principio se aplica desde 2015 y las comunidades no quedan desprevenidas. “Si la pregunta es si el 100% de los franceses dispondrán de una solución de clasificación en origen [el 1 de enero de 2024], la respuesta es no, porque el despliegue estará en marcha”, admitió, sin embargo, el Ministerio de Transición Ecológica. Menos de un tercio de la población (20 millones de franceses) debería beneficiarse de él hasta esta fecha. El ministerio pretende haber duplicado la inversión para finales de año, siempre que el sector industrial esté preparado para tratar los residuos aguas abajo.
En cualquier caso, por el momento no está previsto ningún mecanismo de sanción para las comunidades que no participan en el juego: “La pregunta podría plantearse de otra manera si la Comisión Europea iniciara un procedimiento judicial contra Francia, pero la cuestión no se plantea en absoluto”. en este momento”, explican los allegados del ministro de Transición Ecológica, Christophe Béchu. Y si algunas asociaciones denuncian una falta de voluntad política para hacer cumplir la ley, esta misma fuente responde que no se trata de “estar en un perpetuo punto muerto”. La puesta en marcha de esta nueva recaudación es compleja y tiene un coste (estimado entre siete y veinte euros por habitante) que inevitablemente puede repercutir en la fiscalidad local… de ahí, sin duda, una cierta “reticencia” de las comunidades a tirar.
El Estado apoyó el despliegue de la clasificación de biorresiduos a través del plan de recuperación en 2021/2022 y luego a través del Fondo Verde (dotado con un total de 2.000 millones de euros en 2023 y 2.500 millones en 2024). Este año se han apoyado 200 solicitudes de apoyo (hasta un 30%), por un importe total de 63 millones de euros, según el ministerio.
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En la capital, el ayuntamiento pretende instalar hasta finales del próximo año unos 500 nuevos contenedores de biorresiduos en las calles. Estos contenedores deben estar “a menos de tres minutos” a pie de las casas de “todos los parisinos”, explicó a la AFP el diputado de limpieza, Antoine Guillou. Según él, la empresa de reciclaje de Derichebourg realizará una recogida cada 48 horas y los residuos se transformarán en biometano.
El ayuntamiento, sin embargo, decidió poner fin a la recogida de biorresiduos a domicilio, ensayada desde 2017 en tres distritos (2, 12 y 19), porque las cantidades recogidas eran “relativamente bajas”. “Lo que también surge es que no había suficiente espacio en los cuartos de basura”, señala Muriel Bruschet. Sin embargo, otras grandes ciudades lo han logrado, como en Italia”. La ciudad de Milán también es líder en este ámbito: el 87% de los restos de comida producidos en la ciudad se clasifican.