Pequeñas esponjas centenarias recolectadas entre 33 y 91 metros de profundidad frente a las costas de Puerto Rico y la isla de Santa Cruz en el Mar Caribe están causando discordia en la comunidad científica. En un estudio publicado esta semana en Nature Climate Change, un equipo asegura que el análisis de estos organismos (de la especie Ceratoporella nicholsoni) muestra que la temperatura del océano habría aumentado, de media, 1,7°C en 2020 respecto a la inicio de la era industrial.
Esto es alrededor de 0,5°C más de lo estimado en los últimos informes del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático). «Esta revisión del calentamiento sugiere que se espera que el sistema climático de la Tierra supere los 2°C de calentamiento a finales de la década de 2020, dos décadas antes de lo esperado», explica en un artículo de comentario Wenfeng Deng, un experto en el método utilizado en el Instituto de Geoquímica de Guangzhou y miembro de la Academia de Ciencias de China, que no participó en el estudio.
Los investigadores también pueden retroceder hasta 300 años utilizando estas esponjas y descubrir que las aguas superficiales del Mar Caribe se han estado calentando desde aproximadamente 1860. Sin embargo, el IPCC utiliza actualmente los años 1850 a 1900 como período de referencia, lo que llevaría a subestimar el alcance del calentamiento. Yadvinder Malhi, profesor de ciencias de los ecosistemas en la Universidad de Oxford (Gran Bretaña), sugiere utilizar el período comprendido entre 1700 y 1860 como referencia para el calentamiento de los océanos en el futuro.
Este nuevo conjunto de datos de temperatura se obtuvo analizando el estroncio y el calcio contenidos en el esqueleto de la esponja. Estos dos elementos no se agregan de la misma forma dependiendo de la temperatura. Al sumergirse en el esqueleto, es posible retroceder en el tiempo y determinar las condiciones de temperatura que reinaron durante el crecimiento de los animales. Este termómetro biológico tendría un “nivel de precisión de unos dos años”, subraya Amos Winter, paleoceanógrafo, profesor de la Universidad de Indiana (Estados Unidos) y coautor del artículo. «He estado utilizando este método durante más de veinte años», añade Malcolm McCulloch, investigador de la Universidad de Australia Occidental (UWC) y primer autor del artículo, que había utilizado ampliamente este método para datar corales.
Pero no todo el mundo está todavía convencido de estos resultados, ni mucho menos. “Medir con precisión la edad de una esponja con un método desarrollado en corales es muy complicado”, advierte, por ejemplo, Thierry Perez, director de investigaciones del CNRS, en el Instituto Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología Marina, en Marsella. Kate Hendry, profesora del British Antártida Survey, también destaca “la complejidad de utilizar la química de los esqueletos de esponjas como archivo de los cambios climáticos pasados”. Si las tendencias seguidas por las temperaturas parecen correctas, no es necesariamente fácil calibrar el método para obtener valores absolutos fiables. Gavin Schmidt, director de estudios espaciales del Instituto Goddard de la NASA, advierte de manera más general sobre el riesgo de confiar en una sola fuente de datos paleoclimáticos.
Las mediciones en el Mar Caribe, a menor profundidad que el promedio oceánico mundial, también podrían sobreestimar el nivel de aumento de temperatura. “El calentamiento de la superficie del mar Mediterráneo ya ha superado con creces los 1,5°C en los últimos cincuenta años”, recuerda Thierry Perez. Malcolm McCulloch asegura por su parte que existe «una fuerte correlación en los últimos sesenta años» entre el aumento de la temperatura en esta región del Mar Caribe y el aumento promedio de la temperatura de las aguas superficiales de los océanos.