Primer largometraje de D. W. Waterson, codirigido por Devery Jacobs (que también brilla en el papel principal) y producido por Elliot Page, Backspot es una película canadiense independiente sobre las porristas, y realmente sobre las porristas. Entiendan: la cuestión queer no está en primer plano, sino más bien en un segundo plano.
En otras palabras: olvídate de Pero soy una animadora (!), aquí no hay historia de un personaje preocupado por su orientación. Completamente lo contrario. Eso ya está claro, gracias, buenas noches, ahora vayamos a lo real, es decir: la competencia. Y toda la motivación, fuerza y precisión necesarias para realizar todos estos complejos movimientos.
Cuando se trata de competición, el espectador está servido. En el menú: varias hermosas versiones de música pegadiza para la ocasión, rondas, movimientos, giros, caídas y lesiones desagradables incluidas. No, aquí la actividad no se diluye, no hay pompones en el horizonte, sino que se representa de forma muy realista. Si dudabas de que realmente fuera un deporte, lo pensarás de nuevo. Y sangrar. O depilarte las cejas…
Una vez admitidas en el equipo, las dos jóvenes se enfrentan a sus dos entrenadores, que en un principio creemos que son formidables y despiadados, en definitiva, estereotipados. Volvemos a equivocarnos: al final resultan ser mucho más ricos y complejos de lo que parecen y aportan una buena dosis de gentileza, empatía e incluso sabiduría a sus atletas.
«Si quieres sobrevivir en este mundo, no puedes mostrar debilidad», dirá el entrenador (Evan Rachel Wood). El mundo no es amable con los débiles. » Realmente no sabemos si se refiere al mundo del deporte en general, a las mujeres o a las personas queer en particular, pero el hecho es que todo resuena con mucha fuerza.
Unas palabras sobre Deverly Jacobs (actriz, guionista y directora Mohawk, a quien vimos en la serie Reservation Dogs), que en su juventud hizo gimnasia competitiva, que ofrece aquí una actuación francamente convincente, ya sea en el deporte, en su relación con Amanda ( igualmente bello y entrañable Kudakwashe Rutendo) o en su ansiedad paralizante (ilustrada por escenas casi impresionistas, aquí y allá).
Un inconveniente, a pesar de todo: si bien apreciamos la supuesta diversidad del escenario, la narrativa sigue siendo un poco tenue. ¿Al evitar todas las trampas de los clichés, redujimos la historia a una línea demasiado directa? Afortunadamente, la complejidad y solidez de los personajes lo compensan todo con habilidad.