(Montreal) Alrededor del 10% de los jóvenes de 18 a 29 años que, en 2021-2022, dijeron haber tenido una relación íntima, romántica o en contacto con una expareja en el año anterior, experimentaron algún tipo de violencia durante este período, según nuevos datos del Instituto de Estadística de Quebec (ISQ).
Según los resultados de la Encuesta de Quebec sobre la violencia cometida por la pareja, publicados el lunes, el 6% de quienes declararon haber estado en una relación en el año anterior sufrieron violencia psicológica, el 3,6% violencia física y el 5% violencia sexual.
Las mujeres jóvenes tienen proporcionalmente más probabilidades que los hombres de haber experimentado al menos una forma de violencia, un 13% frente a un 7%. Son notablemente más numerosas que los hombres las que han sufrido violencia psicológica (8% frente a 4,5%) o sexual (8% frente a 2,5%).
Esto sería sólo “la punta del iceberg”, según la profesora del departamento de sexología de la UQAM Natacha Godbout. “No vemos el alcance total de lo que hay debajo. Cuando miramos datos un poco más detallados y tenemos preguntas un poco más precisas, detectaremos aún más violencia en las relaciones”, sostiene.
Su colega Alison Paradis, profesora del departamento de psicología de la UQAM, también cree que los resultados de la encuesta son inferiores a lo que cabría esperar. “Los elementos que utilizaron son elementos que generalmente se consideran formas más graves de violencia. C’est une bonne représentation de ce type de violence, mais ça ne couvre pas tous les types de violence qu’on peut retrouver dans les relations amoureuses, ce qui peut expliquer les différences dans les taux qu’on observe », indique-t -ella.
La medida de violencia utilizada por el ISQ se basa en la Escala Compuesta de Abuso (Revisada) – Forma Corta (CASR-SF). Contiene 16 actos de violencia divididos en categorías psicológica, física y sexual.
Las consecuencias que experimentan las víctimas jóvenes son similares a las que experimentan los adultos mayores. Godbout, que también es directora de la unidad de investigación e intervención sobre TRAuma y Pareja (TRACE), habla de estrés postraumático, de un cuestionamiento de uno mismo, de un sentimiento internalizado que no merece ser tratado con dignidad. Entre otras cosas, habrá obstáculos para el desarrollo de la identidad y el desarrollo relacional, añade.
Paradis señala que los jóvenes están evolucionando en un período en el que están formando su identidad. “Es cierto que estas experiencias tendrán consecuencias similares a si las viviéramos más tarde, pero pueden tener un impacto mayor en el largo plazo porque las vivimos en un período de desarrollo donde somos muy sensibles a lo que estamos viviendo. Las consecuencias pueden amplificarse”, explica.
Además, los jóvenes no tienen una experiencia sólida en las relaciones, por lo que a menudo no son capaces de reconocer comportamientos que son inaceptables, señala Godbout. “La primera experiencia de violencia a una edad temprana, en la adolescencia o en la juventud, tiene consecuencias decisivas”, afirma.
El sexólogo destaca la importancia de los pares. A las personas agresivas les permitirán “cultivar un cuestionamiento de su propio comportamiento”.
Si quienes lo rodean le dicen inmediatamente a la víctima que lo que está viviendo no es aceptable y por otro lado los cercanos al agresor expresan que lo que hizo no está bien, “simplemente potencialmente hemos cambiado el curso de las cosas”.
“Existe una ventana de oportunidad extraordinaria, pero si la desaprovechamos, es posible que tengamos comportamientos y consecuencias crónicos o exacerbados”, explica la Sra. Godbout.
Los jóvenes que han vivido violencia o que la han tenido en su familia tenderán a reproducir estas acciones.
Paradis, que también dirige el Laboratorio de Estudios sobre el Bienestar de las Familias y de las Parejas (LEFAC) de la UQAM, aclara, sin embargo, que las tasas de violencia son generalmente más altas en las poblaciones más jóvenes y tienden a disminuir con la edad. “Así que todavía hay algo de aprendizaje por hacer y no todos los jóvenes son violentos y luego lo serán en sus relaciones de pareja adulta”, dice.
Los dos expertos argumentaron que la prevalencia era mayor entre ciertas poblaciones marginadas, incluidos jóvenes de diversidad sexual y de género, pueblos indígenas, personas de comunidades culturales y personas con discapacidad física.
Estos grupos tienen más riesgo de experimentar diferentes tipos de violencia dentro de una relación, pero también de desarrollar comportamientos violentos. También son más vulnerables cuando denuncian lo que están viviendo. “Corren más riesgo de sufrir violencia, de no revelarla y de sufrir las consecuencias sin ayuda”, resume Godbout.